30 de marzo de 2012

MAÑANA, 31 DE MARZO SE CUMPLEN 3 AÑOS DEL FALLECIMIENTO DE RAÚL ALFONSÍN

Viernes 30 Marzo 2012



EL KIRCHNERISMO HOMENAJEA CON FERIADOS AL GENERAL VIDELA (24/3) Y AL GENERAL GALTIERI (2/4) PERO NO A RAÚL ALFONSÍN, EL PADRE DE LA DEMOCRACIA ARGENTINA


Un héroe de la democracia




Mañana se cumplen tres años del fallecimiento de Raúl Alfonsín.

Revisando algunos diarios extranjeros de entonces, conmueve la lectura referida a su deceso.

El New York Time decía: "Héroe de la democracia Argentina". El País de España tituló "Argentina llora por Alfonsín, su cuerpo representa la recuperación de la dignidad nacional". En el Mercurio de Chile escribieron: "Político de fuste y emblema de la democracia moderna, reconocido por líderes latinoamericanos y del mundo". Podríamos seguir con otras citas tan emocionantes como estas, pero entiendo que es suficiente para reflejar la estatura política y moral alcanzada en el exterior por quien para muchos ha sido el padre de la nueva democracia argentina.

En el momento de su despedida, acompañado por una multitud hasta el cementerio donde descansan sus restos, se escucharon voces de hombres y mujeres de distintos pensamientos.

Pero quiero destacar a manera de síntesis parte del discurso de Antonio Cafiero, otro protagonista vital de la democracia a partir de 1983: "Tuve dos maestros en mi vida política. Juan Perón y Raúl Alfonsín. Junto a este último aprendí a conocer la verdadera historia y valores del radicalismo. Fue un predestinado que nació con una misión a cumplir y no rehuyó a ello. Ya no les pertenece porque, a esta altura, es de todos".

Efectivamente Alfonsín trascendió los límites del radicalismo y la historia hoy comienza a valorar debidamente sus valores morales y su capacidad de estadista.

Aquel hombre que en 1975 fue cofundador de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, junto a políticos, intelectuales, religiosos y sindicalistas, ya advertía el quiebre de la vigencia de los más elementales derechos humanos en el país.

Por esa razón a partir de 1983, elegido Presidente de los argentinos encaró una tarea ciclópea para la recuperación de las instituciones democráticas, reparando daños ocasionados por la feroz dictadura que los argentinos vivimos a partir del 24 de marzo de 1976.

Una de las primeras medidas, aunque sin éxito, fue convocarlo a Italo Luder, su adversario en las elecciones, para que presidiera la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Este gesto no fue menor. De todos modos luego se conformó una Corte equilibrada y con juristas de jerarquía y diversidad ideológica.

Cinco días después de haber asumido como Presidente, promovió dos decretos por los que ordenaba procesar a las tres juntas militares involucradas en el golpe del 24 de marzo de 1976 hasta la guerra de Malvinas y enjuiciar a los dirigentes de las organizaciones ERP y Montoneros.

El mismo día creó la Conadep integrada, entre otros, por Sábato, Favaloro, Klimovsky, el rabino Mayer y Jaime De Nevares.

La sentencia posteriormente dictada el 9 de diciembre de 1985 por la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal, luego de la acusación del fiscal Strassera, a cargo de hombres que hoy gozan de prestigio internacional por considerarse un fallo ejemplar e inédito (téngase en cuenta el clima militar de la época; en aquel momento los "leones" estaban sueltos y activos, no como ahora que ya están enjaulados) condenó a Videla a la pena de reclusión perpetua, inhabilitación absoluta perpetua y accesoria de destitución.

Lo mismo para Massera. Agosti, Roberto Viola y Lambruschini recibieron también penas durísimas. Luego, por el llamado documento final de la Junta Militar contra la subversión y el terrorismo y la ley de autoamnistía, bancada por el candidato justicialista, terminaron presos Galtieri, Bignone y otros.

Todo esto se logró gracias al coraje inigualable de aquellos jueces (Arslanian, Valerga Aráoz, Gil Lavedra, Torlasco, Ledesma y D'Alessio) que soportaron amenazas y presiones con el apoyo incondicional del presidente que llegaba para la enorme tarea de reencauzar las instituciones de la república.

Vale recordar que Alfonsín en el decreto 157 le dio instrucciones al procurador general de la Nación para que impulsara, también, la acción penal contra los responsables de las organizaciones guerrilleras. Eran seis: Firmenich, Vaca Narbaja, Galimberti, Héctor Pardo y Enrique Gorriarán Merlo. Posteriormente fue atrapado y encarcelado López Rega.

La crisis económica no cedía. Argentina no gozaba de crédito ni confianza en el exterior, a pesar de los esfuerzos del gobierno democrático en épocas donde mandaban Reagan y Tatcher, puesto que las felonías de la dictadura habían dañado seriamente la imagen de un país que había sido devastado en todos los sentidos, con el colofón de la guerra de Malvinas.

Nada alcanzaba. Sin ánimo de mirar hacia atrás, debemos recordar que antes de los nueve meses de gobierno la CGT realizó el primer Paro General y poco después el segundo tan virulento que, Saúl Ubaldini, llegó a decir que si no había cambios el gobierno democrático debía irse.

Recordemos que durante su gestión Alfonsín soportó trece paros generales y miles de huelgas.

Cuando murió Alfonsín la viuda de Ubaldini participó del funeral y pidió disculpas en nombre de Saúl. De todos modos ambos políticos en vida ya habían saldado sus cuentas en conversaciones telefónicas.

El propio hijo de Ubaldini comentó que Alfonsín, al enterarse de la efermedad de su padre, se interesó por su salud. Así de grande era este hombre de palabras recias y mirada bondadosa.

Otro aspecto significativo de su gobierno fue el tratado de paz y amistad con Chile.

De no haber avanzado en esto con gran vaquía política, las consecuencias podrían haber sido penosas.

Podemos sumar a todo lo que venimos señalando la ley de divorcio vincular, que buenos dolores de cabeza le costó con un sector de la Iglesia Católica, la patria potestad compartida, votada en 1974 por el Congreso y vetada por Isabel Martínez de Perón; el plan de alfabetización.

Al asumir su gobierno los datos indicaban un analfabetismo de 6,1 por ciento. En 1990 la cifra se había reducido a 3,7 por ciento, porcentaje similar que registraba Canadá.

Cuando Alfonsín asumió puso en marcha, como solución de emergencia el Plan Alimentario Nacional, tan criticado como útil para afrontar el hambre y la pobreza que existía en algunos lugares del país.

En cuanto a la política laboral y de salud es válido recordar las trabas impuestas para democratizar las Obras Sociales y para lograr la participación de las minorías en los sindicatos.

Hoy sabemos porque lo ha dicho la Presidenta de la República, que el país importa combustibles por 10.000 millones de dólares.

El gobierno de Alfonsín aún teniendo en cuenta las enormes dificultades por la que atravesaba en 1988 logró, manteniendo YPF en poder del Estado y asociándose a privados que aportaban capital de riesgo y tecnología un récord de producción.

Volvió, así, el autoabastecimiento que se había perdido. Políticas posteriores entregaron YPF y empresas nacionales que se podrían haber asociado con capital privado, sin perder el manejo estratégico de las mismas, sucumbieron ante un plan de privatizaciones que hasta hoy sufrimos.

El hoy devaluado Mercosur tuvo su origen en 1985 cuando Alfonsín y Sarney suscribieron la declaración de Foz de Iguazú. Posteriormente se incorporaron Uruguay, Paraguay, Chile y lamentablemente, hoy existe una suerte de parálisis en este ámbito clave para la integración y desarrollo de la región, producto de tironeos y comportamientos autoritarios del mesiánico secretario de Comercio Interior que padecemos.

A todo lo que hemos mencionado hay que sumarle, para entender los trastornos económicos que fueron insuperables, que además una parte del ejército seguía acosando a la joven democracia argentina.

Semana Santa, donde se evitó un baño de sangre en las puertas de Campo de Mayo, fue un ejemplo de ello. La gente en las calles, con el gobierno en vilo, apoyado por un sector de la oposición -Cafiero a la cabeza-, otros no, y con la responsabilidad de cuidar sobre todo al pueblo y la democracia.

Ello significó un gran costo político porque muchos no entendieron que importaba más el futuro que siempre da oportunidades, como lo estamos viendo hoy, que exponer al país a un baño de sangre.

Sumemos a todo esto a Rico, otra vez, en Monte Caseros, después Seineldin en Villa Martelli y para rematarla, La Tablada con Gorriarán Merlo a la cabeza. Era una misión casi imposible.

Sobrellevar tantos ataques debilitada cada vez más al gobierno, y lo que es peor todavía, al país y nuestra incipiente democracia.

No abundaré en detalles con respecto a lo acontecido en La Rural y los agravios a un presidente constitucional al que le sobraba coraje para tratar de fascistas a los que lo abuchearon. Imagínense al Gobierno de Alfonsín con una soja de 500 dólares.

En fin. Alfonsín luchó hasta el final de su mandato y logró el objetivo. Muchos sueños quedaron en el camino, incluso algunos discutibles como el traslado de la capital al sur, que con el tiempo se juzgará con más claridad en este país cada vez más unitario .

Pero su objetivo se cumplió, respetando el federalismo, abogando por las autonomías municipales como luego se concretó en la reforma de la Constitución nacional, aunque en Santa Fe estemos en mora y entregando el poder a otro Presidente Constitucional.

Pronto vamos a cumplir 30 años de democracia. Solía decir en reuniones que realizaba en su departamento de la calle Santa Fe al 1600, en el que vivió antes del 83 y hasta su muerte, que cuando viajaba al exterior no le preguntaban porque se había ido cinco meses antes.

Querían saber como había hecho para gobernar durante cinco años y medio con tantos ventarrones políticos, intentos de golpe de todo tipo, el último económico y alimentado por las organizaciones más retardatarias.

Alfonsín partió diciendo que los argentinos teníamos que querernos más y dialogar más, porque en política cuando no hay diálogo asoma la violencia. Murió como vivió, con humildad y al servicio del país que tanto amó.

(Extraído de lacapital.com.ar)

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