ARGENTINA - TERRIBLE MEZCLA : ESTANCAMIENTO MÁS INFLACIÓN
El monstruo que ya no puede ser ocultado
Ahora que en el ambiente empresario se puso de moda el debate sobre el patriotismo de Guillermo Moreno, convendría reformularlo con una perspectiva más amplia: considerar cuántos años pueden perdurar sus medidas intervencionistas y qué costo pueden tener para el país en términos de crecimiento económico a futuro.
Tampoco es cuestión de personalizar, ya que el polémico secretario de Comercio actuó durante mucho tiempo como incondicional ejecutor de decisiones de Néstor y Cristina Kirchner. Sólo últimamente acentuó su rol de inspirador de iniciativas que incluso traspasan su área y ahora le permitieron convertirse en virtual superministro, especializado en conseguir resultados inmediatos a costa de hipotecar el mediano y el largo plazos.
El protagonismo de Moreno es proporcional a la magnitud del "monstruo" que el kirchnerismo contribuyó a crear desde 2006, cuando optó por camuflar los efectos de una inflación de dos dígitos anuales -excepcional en el mundo de este siglo XXI- y que, con altibajos, se mantiene firme hasta ahora.
Primero fueron los controles de precios sobre productos de consumo masivo, que en primera instancia abarataron artificialmente los precios de la carne, a costa de la drástica caída del stock ganadero y las exportaciones y una fuerte suba posterior. Luego irrumpió la politización del Indec para manipular el IPC, con la insólita excusa de evitar mayores pagos de intereses externos (de bonos ajustables que el propio Gobierno emitió), a costa de haber dejado a la Argentina huérfana de financiamiento externo. Después sobrevino el control de los índices -más que de los precios, para no provocar desabastecimiento-, a costa de distorsionar seriamente las mediciones de pobreza e indigencia. Ello trató de disimularse con una mayor cobertura social, a costa de espectaculares incrementos del gasto público y con aumentos salariales por encima de la inflación para muchos gremios, a costa de una mayor brecha de ingresos con los trabajadores informales o autónomos.
Más cerca en el tiempo, la persistente negativa del Gobierno a reconocer la alta inflación derivó en políticas que hicieron desaparecer los pilares iniciales del modelo K.
Por un lado, se agotó el "colchón" fiscal, ya que el sector público pasó de ser superavitario a deficitario. Una de las principales causas fueron los crecientes subsidios para mantener congeladas las tarifas de energía y de transporte, que catapultaron el gasto y ahora son cada vez más difíciles de sostener o de eliminar sin efecto inflacionario. Otro costo de esta política es el apabullante déficit del sector energético, debido a importaciones crecientes de gas y combustibles que afectan el superávit comercial.
Por otro lado, desapareció el "colchón" cambiario. En los últimos dos años rigió una virtual "tablita", con una inflación real de 20/24% anual (que para el Indec no llega a 10%) y un ritmo de devaluación del orden de 8 por ciento. Esta brecha, que ubica la relación peso/dólar en niveles similares a los de la convertibilidad, disparó una fuerte fuga de capitales e incentivó las importaciones más que las exportaciones. El correlato fue la proliferación de controles (cambiarios, giro de utilidades, importaciones), a costa de una desaceleración del crecimiento económico y el riesgo de represalias comerciales de los principales socios de la Argentina. Claramente, el "monstruo" que significa la inflación para la economía ya no puede ser ocultado con facilidad.
Más allá de sus efectos macroeconómicos, los dibujos del Indec provocan además un efecto contrario al buscado: hoy las expectativas inflacionarias se ubican por encima de los pronósticos más pesimistas sobre el IPC. Una prueba de ello es que la encuesta de consumidores que elabora la Universidad Di Tella arroja un 35% para 2012, muy superior al 20/22% que estima la mayoría de los economistas privados a raíz del enfriamiento del consumo. Otra es que los reclamos salariales para las próximas paritarias del sector privado ya tienen un piso de 25%, como ocurre con el gremio bancario y también con el metalúrgico, aunque en este último caso (computando un anticipo no remunerativo ya otorgado en el verano, un ajuste de 15% desde abril, otro de 10% en julio, una garantía mínima de aumento y el agregado de una categoría superior) el incremento del básico de convenio horario se elevaría a 39,9%. Este porcentaje, a su vez, es similar al que pide la CTA (40%) para los trabajadores estatales de varias provincias.
La inflación del changuito
También resulta desconcertante el comportamiento de muchos precios en lo que va del año. El relevamiento que realiza periódicamente esta columna, en la misma sucursal porteña de una cadena líder de supermercados, muestra que el costo de una canasta fija de 30 productos de consumo masivo tuvo en marzo último un alza de nada menos que 21,2% en comparación con diciembre de 2011. En ese lapso de tres meses pasó de 610,15 a 740,42 pesos.
Un dato significativo es que el costo registrado en diciembre fue por primera vez más bajo que el de septiembre de 2011 (-8,7%), pero quedó ampliamente contrarrestado al cabo del primer trimestre de 2012. Pero si la comparación se realiza con marzo del año pasado (cuando la misma canasta costaba 523,82 pesos), el incremento acumulado en doce meses se eleva a un récord de ¡41,5%!
Entre los productos relevados, las mayores alzas anuales corresponden a papas (364%); postres dietéticos (134,8%); pimientos (126%); carne picada especial (87,5%), y supremas de pollo (51,5%). Un caso especial es el del lomo de ternera, que sólo puede conseguirse en cortes premium envasados al vacío, a un precio de 130 pesos el kilo (muy superior al de las carnicerías) y un alza de 124% con respecto a marzo de 2011. A continuación se ubican los aumentos en bananas (66,7%); servilletas de papel (51,5%); café (48,8%); jamón cocido (45,3%); suavizante para ropa (46,7%); gaseosas de primera marca (entre 40,4 y 41,2%), y leche para bebés (35%). Sólo muestran bajas el papel higiénico (-13,8%) y el queso rallado (-6,4%), en tanto que la yerba mate subió 28,7% y el pan francés, 13,9%, casi lo mismo que el azúcar (14,5%).
Así como se registraron fuertes alzas previas a las elecciones de octubre, también puede suponerse que hubo precios "pisados" hasta diciembre y que retomaron el camino alcista en lo que va de 2012. Una prueba de ello es que todo o gran parte de los aumentos anuales en varios productos se produjeron en el período enero-marzo.
Es el caso de los cortes de pollo (51,5%); postres dietéticos (75%); lomo (75%), o de las gaseosas de primera marca (31,3%, frente a sólo 8,3% de la variedad light, que había aumentado previamente casi 30%). Otro tanto ocurrió con el agua mineral (25,4% sobre un alza anual de 29,5%), mientras la yerba mate siguió subiendo entre fines de marzo y comienzos de abril.
Detrás de todo el andamiaje oficial para disfrazar la inflación y sus efectos macroeconómicos la realidad indica, al fin y al cabo, que el ticket de compra es uno de los pocos que no mienten.
(Extraído del diario La Nación" de Buenos Aires, Argentina)
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